Nosotros ya perdonamos, dice familia de Diana Paulina a quienes la mataron



“No queremos saber quién lo hizo, nosotros ya los perdonamos”, así, tajante, fue la respuesta de la familia.
Dejarán la justicia “en manos de Dios”, sin intervención de las autoridades ministeriales. La querían a
su lado, viva o muerta, pero la querían, y una vez hecho decidieron no denunciar.
Afuera del domicilio luce un moño color rosa, adentro el cuerpo de una niña de 13 años. De acuerdo al dictamen del Servicio Médico Forense (Semefo) la causa de la muerte fue asfixia, nada más. El cuerpo no presentaba huellas de tortura ni heridas.
La víctima quedó tendida sobre una carretera de terracería de Chilapa, nueve días después de haber desaparecido.  La Alerta AMBER no funcionó, como tampoco funcionaron los anuncios de búsqueda en redes sociales.
Tenía 13 años y era amante del basquetbol. Cursaba el segundo año de secundaria en el plantel Benito Juárez y, pese a su corta edad, ya sabía que quería incursionar en la medicina. Se lo prometió a su padre, quien murió en agosto pasado, pero el 12 de noviembre, fecha en que desapareció, le cambió el destino.
La última vez que se le vio fue en esa fecha, a las 8 de la noche, cerca de la Catedral. Al día siguiente, en lunes, la familia intentó presentar una denuncia por desaparición, pero en el Ministerio Público se los impidieron, pues habría que esperar las 72 horas que establece el protocolo para considerarlo como tal.
El miércoles por la noche, luego de esperar el plazo, regresaron al MP, sin embargo estaba cerrado  y no había quién les atendiera. El jueves insistieron y, aunque les recibieron su denuncia, antes fueron regañados por la autoridad por no haber acudido antes. Ese mismo día se activó la Alerta AMBER.
Para el viernes recibieron el primer mensaje de exigencia de rescate. No hubo una cantidad específica, incluso la familia tuvo la opción de proponer un monto. Pero después, desde un número con lada 755, de Zihuatanejo, les exigieron cien mil pesos. Las presiones continuaron pero desde teléfonos presuntamente de Puebla y Sonora.
Las autoridades recomendaron a la familia no ceder a las presiones. Afirmaban que se trataba de una extorsión y dijeron que ya trabajaban en la localización de los teléfonos.
-¿Ustedes qué hicieron todo ese tiempo?
-Le rezamos a Dios, le pedimos que nos la regresara viva, o si esa era su decisión, muerta, pero que nos la entregaran.
Quienes tenían a la menor accedieron a recibir 10 mil pesos para liberarla. El pasado domingo, una semana después de la desaparición, citaron a un integrante de la familia en la Catedral. Vía telefónica le exigieron depositar el dinero en una cuenta Oxxo. El compromiso era que, realizado el pago, una camioneta pasaría por el lugar y liberaría a la víctima. Esto nunca ocurrió.
Dos días después  la familia recibió una llamada en la que les informaron del hallazgo de un cuerpo con rasgos parecidos a los de su desaparecida. Uno de ellos se trasladó al lugar y confirmó que se trataba de ella. Se presume que fue asesinada ese mismo día, pues quien la reconoció dijo que una de sus manos aún estaba tibia.
“No vamos a buscar a los culpables, no queremos saber quién lo hizo, nosotros ya los perdonamos, que Dios los bendiga, eso es lo único que les deseamos. No queremos vivir con odio en el corazón, nosotros nos vamos a refugiar en el amor”.
El cuerpo de la menor yacía dentro de un féretro de madera. Frente a él, flores, veladoras y una fotografía. También la página de un periódico en el que se le ve a ella junto a sus compañeras de basquetbol. Deportista y estudiante aplicada, portaba con orgullo la playera de su equipo, La Villita. Se le recuerda sociable y amante de la vida, pero hoy, esta tarde, fue llevada al panteón, donde los cuerpos de más personas, víctimas de la violencia que padece Chilapa, encontraron su última morada. (ANG)

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