Crece conflicto entre feligreses de la parroquia de San Antonio

Feligreses católicos del barrio de San Antonio cumplieron dos semanas bloqueando el ingreso a la parroquia de San Antonio de Padua, en esta capital, en respaldo al padre Daniel Castellano Barba, a quien el obispo suspendió sus derechos clericales por no acatar las instrucciones de sus superiores
jerárquicos.
Los manifestantes exigen que se regrese al padre Daniel la titularidad de la parroquia de San Antonio y que el obispo dé marcha atrás a la suspensión de las funciones del presbítero, quien en este momento no puede oficiar misas, ni administrar los sacramentos como el bautismo, la comunión o el matrimonio.
La parroquia se encuentra cerrada por el grupo de feligreses que reconocen en el sacerdote a su pastor espiritual, sin embargo aseguran que otro grupo de católicos que sólo asisten en temporadas de fiesta a la iglesia son quienes han promovido ante el obispo que se cambie al sacerdote, aún con “el riesgo” que implica hacerlo en este momento en que se están realizando los preparativos para la fiesta patronal.
Los inconformes argumentaron que las decisiones del Obispo “vienen a exasperarnos”, porque el padre Castellano Barba ha sido un ministro que ha entregado toda su vida al servicio de la fe, sin excluir que ha levantado estructuralmente ese templo con sus propios recursos económicos, lo que ahora no le agradecen.
Areli Salgado Nicolás, una de los inconformes, argumentó que el presbítero ha vivido su vocación de manera austera y humilde, mientras que otros párrocos de esta capital —sin mencionar de qué parroquia— han comprado camionetas de lujo, y que Daniel Castellano “no tiene ni siquiera bicicleta”.
Dijeron que el único delito del padre Daniel es ser un sacerdote anciano y enfermo y que pese a ello, él sigue siendo un ejemplo de servicio de la iglesia, con vitalidad y sobre todo de ese amor a la fe por el bien.
Sostuvo que en días pasados llegó a la parroquia de San Antonio un sacerdote de nombre Arturo, pretendiendo tomar el control o posesión del templo, lo que no le permitieron. (Por Abel Miranda Ayala)

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