Comerciantes y ambulantes invaden el andador Zapata con sus “ofertas”

Del andador Emiliano Zapata sólo queda el nombre. Comerciantes ambulantes y propietarios de locales permanentes han aprovechado la ausencia del gobierno municipal para invadir -literalmente- el principal cruce peatonal entre la alameda central “Francisco Granados Maldonado” y la plaza
cívica “Primer Congreso de Anáhuac”.
Entre la calle Madero, a la altura de una céntrica cafetería, -antes de pasar el obelisco del Emiliano Zapata- se instaló un puesto ambulante de nieve, otro de raspados y chamoyadas, más uno de gorros y bufandas.
También está un puesto de agujetas, uno de cocteles de frutas. El lugar también es invadido por vehículos distribuidores de agua y motocicletas particulares y de negocios.
El cruce de personas se complica en horas pico, pero los obstáculos pasan desapercibidos mientras comentan otras cosas.
Los padres cruzan a prisa con sus hijos de la mano, saludan a conocidos, mientras parejas de novios caminan lentamente tomados de la mano. Parecen no darse cuenta que el andador, antaño tranquilo y desocupado, se ha transformado en una “Feria”. Así, casi casi igualito a la de San Mateo, Navidad y Año Nuevo. Sólo que estos puestos no pagan impuestos.
Propietarios y empleados de boutiques son evasivos al cuestionarles si cuentan con permiso para ampliar sus negocios sobre el andador. Antelmo Heredia, de 75 años de edad, vendedor de huipiles y artesanías, comentó que necesita dinero para comer “y como a estos comerciantes nadie les dice nada, pues aquí me quedé”.
Las jardineras también sufren los estragos. Lucen invadidas de basura, desechos y restos de tabaco quemado.
A un lado de la librería “Macondo”, propietarios y empleados de la tienda de ropa “Oggi Jeans” tiene invadida la mitad del andador Zapata con una reciente oferta de camisas y pantalones. Mención honorífica debe hacerse a la “coladera” ubicada en la calle Hermenegildo Galeana, a un lado del edificio que alberga las estaciones radiofónicas “ABC radio”, y “Capital Máxima”.
Una mezcla de lodo, agua, grasa, salsas viejas, pañales sucios, cosas de la más extraña índole.
La gente que pasa o se queda (porque es parada de transporte público) si bien no se tapa la nariz con las manos, como si de orines de la CETEG se tratara, se alejan y se colocan lo más lejos posible. “¡Hay, Dios mío!”, dice una señora cuando observa como una conductora imprudente conduce hasta el charco, una de las llantas del vehículo cae en el charco y salpica en los alrededores. (www.agenciairza.com)

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