Al costado de un corral de vacas iniciaron clases en Tepechicotlán

De la mano de la maestra “Bety” niñas de seis años de edad salen de su salón, que es una carpa de plástico blanco con ventanas de hule transparente. Es su primer día de clases y se ven contentas, aunque tengan que ir a un baño a lado de un corral de vacas, donde huele a excremento.

“¡Son inocentes!, ¿Cómo les explicas que no hay escuela, que se la llevó el río?”, dice la mentora, luego de escuchar las demandas de salones, una casa en el árbol y juegos. Las instalaciones de la escuela primaria Ignacio Manuel Altamirano de Tepechicotlán, región Centro, serán derribadas porque el río Huacapa las dejó inservibles.
El Instituto Nacional de la Infraestructura Física Educativa (INIFED) debió entregar las nuevas instalaciones para este inicio de ciclo escolar, pero por los tiempos y otras excusas aún no está y los niños tienen que tomar clases entre excremento, lodo, insectos, alacranes y frases religiosas en el patio de una iglesia.
Los 180 niños que conforman la matrícula de la primaria, son originarios de la comunidad a sólo 20 minutos de Chilpancingo y cuyas 500 familias, de acuerdo al último censo del INEGI, se vieron afectadas por la tormenta tropical “Manuel”.
Se perdieron 40 hectáreas de siembra: maíz, jamaica, cacahuate y calabaza.
Tienen poco dinero, ellos mismos cuentan. El director de la escuela, Antonio Alcaraz Muñoz, asegura que en los 40 años que tiene el centro educativo, el río jamás había dañado tanto alguna estructura.
El cauce se salió de control y llegó a la primaria que está a la entrada del pueblo, a un costado del caudal, el cual anegó de lodo los salones, arrasó con material didáctico, socavó estructuras; de las 13 aulas, sólo una se salvó.
La Secretaría de Educación Guerrero (SEG) se apartó de la responsabilidad de gestión.
El ayuntamiento de Chilpancingo dio dinero para el material de un muro de mitigación que evitará que de nueva cuenta el río afecte a la escuela.
Alcaraz Muñoz, quien lleva 13 años en la escuela, admitió que los padres de familia no estaban de acuerdo en que la escuela estuviera al lado de un templo cristiano “fraternidad Ágape”, por lo laica que debe ser la educación, pero no les quedó opción cuando la SEG les dio cinco carpas tuvieron que colocarlas en algún sitio, y el patio de la iglesia, vecina de un establo de vacas y corral de caballos, fue su única opción.
En los salones hay un coctel de olores, el del árbol del Huamúchil que impregna todo el Tercero A que huele como a acido para limpiar estufas, hasta el excremento y humedad que entran del ambiente. La maestra de ese salón Citlalli Ávila lamenta la situación, que ha provocado alergias y malestares, sobre todo respiratorios y estomacales en sus alumnos, lo mismo ocurre con los demás grupos, cuentan las maestras.
“No pudimos darle bienvenida a los niños, les decíamos a las maestras y ¿dónde colocamos los adornos?, ¿qué les vamos a poner?, si lo que quieren los niños es un saloncito bien hecho, su material didáctico para poder desempeñar sus clases bien.
Del aprovechamiento ni hablar, ha bajado mucho el rendimiento de todos los estudiantes”, señala.(www.agenciairza.com)

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