Quitar el internado de la Normal de Ayotzinapa sería una buena opción

*No se debe cerrar la escuela porque sigue albergando a jóvenes
humildes, expone Calixto Molina, egresado de la Generación 1960


 A 51 años de haber concluido sus estudios en la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa, aún extraña su estancia en ese plantel ubicado en el municipio de Tixtla de Guerrero, donde actualmente reside, expresó el profesor Calixto Molina Juanico, egresado de la Generación
1960, quien considera una opción quitar el internado y que la Secretaría de Educación Pública (SEP) dé opciones viables a los jóvenes que ahí estudian.
Con la emoción reflejada en su rostro, relata que procedente de una familia muy humilde de Juchitlán, hoy municipio de la región Costa Chica, donde vivía en una casa de una sola pieza, sin energía eléctrica, junto con su papá, su mamá y sus hermanos, quienes dormían en un petate y por la misma pobreza en ocasiones no tenían ni qué comer, a los 14 años llegó junto con su padre a la Normal Rural de Ayotzinapa, donde realizó el examen de ingreso al plantel.
Aprobó el examen y se quedó a realizar sus estudios en el plantel; para su sorpresa, le asignan un cómodo dormitorio con una cama con colchón, sábanas y cobertores limpios, sonríe, “y en ese momento dije, de aquí no me sacan ni con grúa, le voy a echar ganas y voy a salir adelante”.
Al día siguiente su sorpresa aumentó cuando los llaman al comedor, donde le sirvieron café con leche “aunque era más café que leche”, una pieza de pan dulce y un bolillo. ¡Ya la hice!, exclamó y cuando pensó que sería todo, le sirvieron su guisado, fríjoles, cuatro tortillas y como postre una manzana.
La hora de la comida fue igual, guisado, fríjoles, tortillas y una naranja, “cosas que en mi pueblo no tenía la oportunidad de comer”. Desde el primer instante en que tengo la dicha de llegar a Ayotzinapa me propongo superarme y lo logro.
Además le proporcionaron dos uniformes “caquis”, botas “tanques” y recibían del gobierno del estado 25 pesos al mes para adquirir productos de aseo personal “y nos alcanzaba para ir a Tixtla a comer pozole”.
Y continúa: La hora de levantarse era las 5:30, todos, alumnos y maestros se formaban en la terraza al pase de lista; a las 6:00 iniciaban las clases, de 8:00 a 9:00 era el almuerzo, reanudándose las clases hasta las 14:00 horas.
En la tarde, luego de la comida, se organizaban en grupos para darle de comer a los marranos, reses, mulas; ahí se enseñó a usar el arado durante las labores de siembra de jitomate, sandía, plátano y también se trabajaba en un apiario; de 7 a 8 había estudio y a las 10 de la noche se apagaban todas las luces.
Los sábados eran de aseo general, donde les daban creolina para desinfectar las instalaciones de la escuela y el domingo era el día libre.
Al iniciar el ciclo escolar, agrega, les daban 100 puntos y si llegaban a 50 puntos les entregaban sus papeles y salían del plantel educativo. Pero un factor muy importante era la actitud que tenían los maestros, comprometidos con la educación, quienes revisaban su plan de clases y lo llevaban a cabo con el Visto Bueno del director, además los alumnos tenían que llevar el material didáctico autorizado para las prácticas.
Repentinamente pierde su mirada en lontananza, como queriendo retroceder el tiempo y jubiloso agrega que fue contemporáneo de Lucio Cabañas Barrientos, líder sano que exhortaba a los jóvenes a estudiar y salir adelante pero además los defendía siempre.
A 12 años de jubilado asegura que aún añora sus tiempos de estudiante y recordó con mucho cariño a la maestra María Ramírez La Tortolita, excelente maestra comprometida con la educación y atenta siempre a los jóvenes, “no sé cómo pero se percató que había fumado y me quitó un punto, esos puntos valían oro y teníamos que cuidarlos”.
Luego de ponderar la importancia de la responsabilidad, dijo que la convivencia entre compañeros y maestros era excelente y respetuosa, Lucio Cabañas se pasaba todo el tiempo defendiendo a los muchachos. Ahora les permiten llevar cigarros y hasta consumir alguna bebida alcohólica como aperitivo, “se les soltó mucho la rienda y ahora no pueden frenarlos”.
La solución sería, agrega el maestro, que se quitara el internado porque los jóvenes tienen todas las condiciones para hacer bien las cosas y desaprovechan la oportunidad. Si la normal se volviera mixta apoyaría a cientos de jóvenes que viajan diariamente de Tixtla a la capital del Estado, Chilpancingo, a estudiar en la Normal Rafael Ramírez, Viguri y en la Centenaria Escuela Normal del Estado.
Finalmente señaló que también hacen falta maestros comprometidos con la educación y con ganas de seguir profesionalizándose; cerrar el plantel no sería buena opción porque la escuela sigue albergando a jóvenes humildes de La Montaña, Costa Chica y Costa Grande, pero se debe quitar el internado y la SEP debe ofrecerles opciones viables para que continúen sus estudios. (Olivia Ortíz/NOTYMAS)

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