LAS COSAS COMO SON…

POR: Tomás Benítez Cano

MIRA QUIEN LO DICE…


Luego de que el gobierno del estado le otorgara el pasado 27 de octubre el premio civil Nicolás Bravo, por defender los derechos humanos de los guerrerenses, el director de Tlachinollan Abel Barrera fue objeto de una andanada de adjetivos calificativos por parte del líder campesino (así se auto presenta)
Evencio Romero Sotelo, quien –sin mirarse la kilométrica cola que le arrastra-- lo acusó de ser un lucrador social, vivir de la pobreza de los indígenas de la Montaña y ser un obstáculo para que se lleve a cabo el mega proyecto de La Parota.
Llama demasiado la atención que un personaje que se dice defensor de los campesinos se exprese de tal manera de otro que en teoría o en el papel es su símil, nada más que en el campo del indigenismo y los derechos humanos. Pero lo que raya en lo inconcebible y en lo inmoral, es que esos severos señalamientos vengan de un individuo que con base a su trabajo no haya logrado aún ser reconocido por los guerrerenses a uno que no sólo dentro del estado y del país, sino a nivel internacional, se le ha premiado por su labor en defensa de los derechos humanos.
Dicen los que saben que para descalificar a terceros hay que tener calidad moral, honorabilidad y credibilidad, porque de lo contrario, esos vituperios y cuestionamientos auto rebotan y nos describe tal cual somos. En este sentido, que se sepa, el líder campesino Evencio desde hace muchos ayeres no tiene un empleo formal (el último conocido fue el de la Procuraduría Agraria, cuando ésta estaba en el centro de Chilpancingo), tampoco se le conoce como empresario o un sobresaliente comerciante o productor; lo que sí hemos constatado es que de vez en cuando camina por la ciudad capital seguido de hombres del campo y luego en los medios se autoproclama como líder de éstos.
Buscándole con mayor detenimiento, encontramos que los papeles más destacados de don Evencio Romero han sido la disputa de las instalaciones y liderazgo de la llamada CNC del PRI, cuando la organización campesina era encabezada por Moisés Carvajal Millán, y el de cabildero zeferinista para que los núcleos agrarios aceptaran el proyecto de La Parota. El otro rol, el de hablar en los medios a nombre de los campesinos, la verdad es que es tan ambiguo que por lo mismo carece de autenticidad.
Por todo lo anterior, no hay explicación lógica del encono y la ácida reacción descalificadora del señor Evencio Romero contra el director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlalchinollan, Abel Barrera. Al menos que demos por válida la rápida y generalizada opinión de los periodistas tomadores de café: que esa tirria se debe a que el gran negocio de La Parota, que tenía con Zeferino Torreblanca, no se hizo en gran medida por el apoyo que los defensores de los derechos humanos brindaron a los campesinos dueños de esas tierras.
Por lo demás, Evencio seguirá sentado esperando la respuesta de Barrera, quien no mordió el anzuelo belicoso que le lanzó.


OTRA VEZ LOS POBRES DE LA MONTAÑA


Como cada año lo hacen, miles de paisanos indígenas de La Montaña comenzaron a emigrar a estados del Norte del país en busca de la sobrevivencia, la cual cada día es más difícil en sus lugares de origen. Aún cuando son parte central del trillado y repetitivo discurso de los políticos de todos los partidos e, incluso, que han sido escogidos para iniciar en sus regiones campañas presidenciales y para gobernador, en la práctica ni a quién le importan estos humildes guerrerenses, quienes –según reportan nuestros colegas de Tlapa-- ninguna autoridad supervisa su partida, mucho menos les otorga un suéter o una cobija para el fuerte frío que pasarán en ese largo trayecto ¡Ah, pero eso sí, ahora que vienen las campañas cuántos no se rasgarán las vestiduras y hasta una que otra de cocodrilo soltarán en solidaridad de nuestros hermanos que menos tienen. Hipócritas.

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