El rancho….una historia sobre piedritas: EPM

El Rancho, es un negocio que vende productos agropecuarios, fundado por Sáez Miller Montalbán y Edgar Pavía Guzmán en abril del 1957. Desde su inicio pocos podrían haber vaticinado que prosperaría, Chilpancingo era entonces una ciudad de once mil habitantes, con un comercio incipiente, una agricultura y
ganadería primitiva: la técnica utilizada en el campo era más bien religiosa que científica, la mentalidad de quienes se dedicaban a la producción pecuaria tendía a lo místico. Sin embargo, a este matrimonio joven y entusiasta les dio por aventurarse en algo que sería la labor de su vida. Iniciaron vendiendo huevos y miel como complemento de los medicamentos e insecticida, para completar la renta del local; ubicado en la avenida principal Miguel Alemán no. 24. Apenas llevaban unos meses de apertura cuando la primera prueba llegó, fue un terremoto que desbastó la población, dio la bienvenida en junio, aún con las perdidas al día siguiente se abrió.
El camino del negocio fue rumbo a los éxitos por el esfuerzo y entusiasmo de los dueños y al de los fracasos crónicos por actitudes burocráticas absurdas. Los Principales sicarios de los comercios, entonces, eran Hacienda y Comercio, se dedicaban a fallecer a todo comercio próspero. Las reglamentaciones del ayuntamiento, aunque algunas absurdas, no causaban tanto daño como lo hacían las disposiciones federales. Desde un principio descubrieron los dueños que las grandes corporaciones transnacionales serían un factor importante en el desarrollo, pero siempre y cuando no se les permitiera la ingerencia directa en el funcionamiento del negocio, así fue como se desistió vender alimentos para animales ya que esas transnacionales básicamente querían sucursales dependientes y maleables a sus intereses, cosa que no cuajo en El Rancho, que aún mantiene una política de independencia y autosuficiencia.
Los grandes laboratorios de medicamentos iniciaban actividades con la línea veterinaria, por lo que un negocio bien establecido como El Rancho resultaba atractivo para sus planes, así que inmediatamente dieron créditos y descuentos para que el negocio marchar en popa, también las empresas de los fertilizantes e insecticidas se interesaron y dieron la distribución al Rancho, bien se navegaba con ese clima, lo que obligó a los dueños a conseguir un local mayor donde poder exhibir las líneas nuevas, se mudan a M. Alemán 56. Pero no existe camino sin baches; aquí es cuando el gobierno federal decidió nacionalizar los fertilizantes y quitar las distribuciones. Después el propietario del local resolvió que ya no lo rentaría, obligando a los propietarios de El Rancho a conseguir un predio cercano y construir, ahora caminó a I. Ramírez 56, la fortuna no abandonaba al Rancho, a la región llega el boom de la siembra de jitomate lo que permite salir pronto de los compromisos adquiridos con la construcción.
El Rancho navegaba suavemente, pero los años no pasan en vano para los dueños, por la edad, deciden venderlo a uno de sus hijos quien sigue las mismas reglas. No todo resulta fácil para el nuevo dueño inicia la gran crisis inflacionaria mexicana, llega otro golpe, auditorias que ocasionan gastos nuevos, y otro terremoto con algunas perdidas, la entrada al control de precios de los insecticidas; deja sin margen de ganancias a quienes los distribuían o obligar a corromperse y violar el precio, no entrando lo anterior en la manera de actuar de los dueños, agregándole a eso que al delegado de agricultura, sacándose de la manga un reglamento inexistente, quiere imponer normas al negocio que obliga a dejar definitivamente la venta de los insecticidas, una decisión que afectaba al 50% de la economía del negocio, este golpe con el tiempo le daría una imagen ecológica saludable a El Rancho. Casualmente también en este tiempo se derrumbó el boom del jitomate.
Llegó la globalización, los grandes laboratorios, ahora empresas del mercado mundial, empezaron hacerle el feo a los negocios pequeños, a pesar de que las compras eran por mucho mejores, que al inicio de las relaciones con ellos, no les importó y fueron gradualmente quitando las distribuciones, principalmente los de origen extranjero, no así los nacionales con los que ahora hace equipo El Rancho para defenderse de aquellos. Pero la globalización también afectó a productores. Chilpancingo crecía y las tierras dejaban de ser campos agropecuarios y empezaron a volverse fraccionamientos, los habitantes no querían trabajar de peones agrícolas o en las granjas. Las personas se modernizaban ya les parecía sucio alimentarse sano y giraron hacia la comida envasada llena de venenos, menos productores y más negocios del mismo giro mermaron las ventas en el sector veterinario pero esto y todo lo demás no a sido suficiente para que El Rancho deje de existir, ya está la tercera generación trabajando en él y creo que con esfuerzo, dedicación, trabajo y mucho ingenio seguirá aquí en Chilpancingo, atendiendo a sus amigos los clientes por mucho tiempo más.

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