LAS COSAS COMO SON…

Por Tomás Benítez Cano

LA SENADURIA DIVIDE A LA ELITE PRIISTA DE GUERRERO.
El encontronazo, aunque desigual, entre el ex gobernador Rubén Figueroa Alcocer y el alcalde de Acapulco Manuel Añorve Baños, a causa de una senaduría, pone totalmente al desnudo lo que son y en qué se fincan las relaciones políticas; nos demuestra fehacientemente que en la polaca no hay
lealtades, acuerdos, tutelas y alianzas para siempre; por el contrario, lo efímero, la traición, los bandazos y los intereses personales y de grupo, son elementos que más caracterizan a la política mexicana y a la guerrerense en particular.
Por otro lado, este conflicto –por el momento mediático—entre Figueroa Alcocer y Añorve Baños es parte de la recomposición de los ismos en Guerrero, ya que el alcalde porteño ha regresado al aguirrismo más rápido de lo que el más perspicaz imaginaba. En este momento, sus antiguos aliados, don Rubén y René Juárez, pasan a ser sus adversarios, como siempre lo habían sido, porque los dos quieren una de las senadurías que también busca el munícipe. Cabe aclarar, a los despistados, primero, que el ex mandatario estatal quiere este escaño para endosárselo a su hijo que lleva su mismo nombre, y segundo, que un ismo va más allá de la militancia.
Además, el enfrentamiento periodístico entre Figueroa y Manuel Añorve es una posibilidad más de conocer a fondo al segundo, ya que lo dibuja y lo pinta tal cual es. Cuando hay una candidatura de por medio, el presidente municipal se transforma totalmente y desconoce acuerdos, a los aliados, a sus impulsores e, incluso, a sus jefes políticos. El primer ejemplo de ello se dio a finales del interinato de Aguirre, quien --por presiones de su primo Manuel—tuvo que incumplir un acuerdo con René y don Rubén, en el sentido de que el abanderado por unidad iba a ser Juárez Cisneros. Ganó la insistencia y terquedad del ahora alcalde porteño y se tuvieron que ir a una interna que ganó el llamado negro de la laja. Para justificar esta jugarreta, se inventó que el presidente Zedillo no quería que el candidato fuera el que finalmente fue gobernador: René.
Desobedeciendo a su tutor político de siempre, al que le decía jefazo, Añorve Baños no se sumó a la campaña de Juárez Cisneros, por el contrario, mucho se especuló que bajo el agua ayudó a Félix Salgado Macedonio, quien era el candidato del PRD al gobierno estatal. Cierto o no, lo inocultable fue el resentimiento que siempre le profesó a René.
El segundo ejemplo se da en la pasada contienda electoral para gobernador. No obstante de que Aguirre había sido su mentor e impulsor político, Manuel Añorve lo desconoció y le peleó con todo la candidatura del PRI, la cual obtuvo con el respaldo de sus antiguos adversarios René Juárez y Rubén Figueroa, pero sobre todo por el dedazo de Beatriz Paredes, entonces dirigente nacional priista. Los resultados de su osadía de todos son conocidos. Pero lo más cuestionable es que a pesar de denostar y maldecir a su guía, mentor y protector, hoy, “por el bien de Acapulco”, regresa como si nada a su antiguo establo político.
El enojo de Añorve contra Figueroa, según sus propias palabras en la entrevista publicada ayer en el periódico El Sur de Acapulco, es porque lo descalifica, pero no son más que puros pretextos para pelear lo que siente que se le va: la senaduría, porque el que don Rubén haya dicho que Beatriz Paredes lo impuso como candidato ni modo que manifieste que fueron las bases priistas. Tampoco es una descalificación considerar o sugerir que el alcalde no vuelva a renunciar a la presidencia porque se pueden enojar los electores, más bien es una buena mangana.
En suma, la razón de estos dimes y diretes son las candidaturas priistas a las senadurías y a los demás puestos de elección popular. Añorve recurrirá al apoyo de su padrino de siempre (o sea, Aguirre) para buscar la aprobación del casi, casi ex gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, porque solito no le alcanza para ponerse de tú a tú con don Rubén.
Por si faltara algún aderezo, el que el figueroista Héctor Vicario haya pedido la cabeza del dirigente estatal del PRI, Efrén Leyva Acevedo, es una lectura inequívoca que el marido de la Gaviota dio instrucciones de que se desmantelen en Guerrero las estructuras afines a Beatriz Paredes y se coloquen las de sus simpatías, por aquello de las malditas dudas…
Como ven, se están reacomodando las fuerzas en Guerrero, y en este reacomodo ¿dónde quedará Héctor Astudillo y su grupo? Porque antes siempre hacían la tripleta con los figueroistas y los renejuaristas.

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