LAS COSAS C0MO SON…

POR: Tomás Benítez Cano
POBRES Y CORRUPTOS

Aunque a muchos no les gustó, lo cierto es que los resultados recientes que colocan a Guerrero en los últimos lugares en cuanto a transparencia y rendición de cuentas se refiere, solo vienen a confirmar lo que los guerrerenses percibimos y vivimos todos los días: un alto grado de opacidad y corrupción.

Lejos de asumir dichos resultados como un llamado a la autocrítica y la reflexión o como punto de partida para promover una cruzada de concientización para erradicar este flagelo, algunos miembros de nuestra clase política de inmediato los descalificaron, obviamente porque sus respectivos municipios fueron calificados con una puntuación muy baja.
Si estuviéramos ante políticos maduros, sensibles y comprometidos con el pueblo, estos estudios y mediciones que hace Transparencia Mexicana constituirían una gran oportunidad para enderezar las cosas, sin embargo no es así y por eso estamos como estamos.
De acuerdo a estos organismos civiles, ocupamos los primeros lugares en corrupción y los últimos (el 29 para ser más exactos) en transparencia y rendición de cuentas, además de que sigue creciendo nuestra cultura del soborno y la mordida, según otro reporte también reciente.
Pero para desgracia de Guerrero, la corrupción, la opacidad, la no rendición de cuentas, el soborno y la mordida, no sólo se da en el universo estudiado por Transparencia Nacional, sino que proliferan y permean en todo el entramado institucional y los círculos sociales. Basta con girar la mirada a los poderes y organismos autónomos, como la UAG, el IEEG, la AGE, donde lo público lo esconden tanto, que lo convierten en privado.
Lo más grave es que estos resultados tienen otra connotación, más allá del ya delicado hecho de ser poco transparentes y no nos guste rendir cuentas claras, se suman a la declaratoria y certificación de que también somos uno de los tres estados más atrasados del país. Una situación nada envidiable: jodidos y corruptos.
Aunque no podemos concluir que la pobreza es consecuencia de la corrupción, porque hay otros cientos de factores e indicadores, sí es impostergable que se tomen medidas que nos construyan y nos formen una cultura de honestidad y de dar cuentas claras de lo que hacemos y dejamos de hacer.
La pregunta del millón es quién empieza en los hechos, porque en el papel tenemos organismos y leyes al respecto, Por ejemplo, por ley, el Congreso del Estado es el responsable de vigilar que los recursos públicos (el dinero del pueblo) no se malgaste, para esa tarea específica cuenta con un organismo que se llama Auditoría General del Estado que fiscaliza a los tres niveles de gobierno, ayuntamientos, Organismos Públicos Descentralizados y a los Autónomos. Sin embargo, con qué calidad moral esa Cámara de Diputados le puede exigir cuentas claras a todas esas instituciones y entes, si ella nunca informa de cara al pueblo en qué y cómo se gasta su enorme presupuesto, el cual, por cierto, solo se conoce cuando se aprueba, porque ni siquiera lo suben a la página electrónica que tienen. En suma, estos legisladores que deben pregonar con el ejemplo, no lo hacen, de ahí la insistencia de que en el terreno de los hechos quién dará el primer paso.
Como la iniciativa de poner un hasta aquí a esta vergonzante situación no vendrá de los propios que manejan los recursos, es hora que, como en otros muchos casos, emerja esa llamada sociedad civil y exija que las cosas se hagan diferentes, a fin de acabar con el estigma de pobres y rateros.

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