Mi familia ha llegado

Algo para meditar)
Me encontré de pronto acompañado únicamente de mi esposa, sentados a la mesa los dos solos, en ese instante no se de que forma vino a mi mente mis padres. Cuando joven, al llegar las fiestas navideñas, las posadas, las reuniones con los amigos y demás, optaba siempre por asistir a estas reuniones en vez de pasar con mis padres. Mi padre, siempre quiso que toda la familia, al menos el día último del año, la pasáramos juntos, siempre nos decía, recuerdo ahora que dividiéramos las dos fechas, los que ya estaban casados pasaran la Noche Buena en la casa de sus suegros, y los aún solteros con los amigos, lo único que nos pedía, era que el día último del año, lo pasáramos con él y con mi madre, nunca se lo pudimos cumplir.
Mis hermanos ya casados nunca pudieron, siempre alegaron que estaba muy retirada la casa de sus respectivos domicilios, que era muy fría la noche, en fin, siempre excusas. Los solteros preferimos siempre salir con los amigos para platicar, bailar, divertirnos y beber, siempre preferimos estar con otras personas, pero no con nuestros padres, nuestras atenciones y afectos eran para otras personas. Una noche de diciembre, mi hermano mayor nos convocó a todos los demás, para hacernos saber que deberíamos pasar más tiempo con nuestros padres, ya que nunca después de haberse casado los mayores, habían pasado un fin de año con ellos, yo creo ahora, que mi hermano estaba pasando por lo mismo que mis padres, ya que sus hijos mayores, empezaban a pasar estas fechas con sus amigos, y él y su esposa pasaban ya sus dos primeras noches de fin de año solos.
Todos estuvimos de acuerdo en que pasaríamos el 31 de diciembre de este año en casa de mis padres. Mis padres se pusieron muy felices. Mi padre le dijo a mi madre que sacara las ollas grandes para preparar una gran cena. En la casa todo era felicidad. Mi padre se acercó a mi y dijo: “estoy muy feliz hijo, porque por fin voy a tener a todos como cuando eran pequeños, sentados en la mesa de la casa; quiero ver a mi hijo el mayor a mi derecha y a ti a mi izquierda por ser el más pequeño. Tu madre estará en el extremo opuesto y tus hermanas a su derecha, excepto tú, que estarás junto a mí, se le veía tan feliz que me dio un abrazo, el cual sentí tan lleno de amor, que quise llorar. Todo estaba listo, eran las 7:00 P.M., y le dije a mis padres que iría a comunicarle a mis amigos que no pasaría el fin de año con ellos si no con mi familia, mi padre dijo: “haces bien hijo, para que no te vayan a esperar y me dio una palmada en el hombro y me brindó una bella sonrisa.
Cuando salí, me esperaban dos de mis amigos a los que le comenté lo que había de hacer esa noche, mis amigos me dijeron: “que por lo menos brindara con ellos antes, para que así ellos sintieran que estaba ahí en el grupo. Ese brindis se alargó hasta casi antes de la media noche, tiempo en el cual pensé muchas veces que en mi casa habrían de estar mis hermanos y hermanas con mis padres, y yo, acá sin cumplir lo que había prometido a mis hermanos sobre esa noche. Ya un tanto arrepentido por no haberme ido de inmediato, me retiré sin siquiera avisarles a mis amigos, presentía que habría de recibir un buen regaño por parte de mis hermanos, y ver el rostro de mis padres enojados conmigo. Cuando iba llegando a casa, no percibí alboroto alguno de parte de mi familia, pensé que por estar fría la noche se encontrarían al interior de la casa con mis padres.
Entré por la puerta de atrás para no ser tan obvio, al menos si me preguntaban, diría que estaba dormido; así que no habría ningún problema. En verdad, ahora que lo recuerdo, una lágrima se desbordaba de mis pupilas, cuando abrí la puerta no oí ningún ruido, sólo escuche la conversación de mi padre con una voz quebrada por el llanto diciéndole a mi madre: “vieja, no vino nadie”, ni siquiera el menor de mis hijos está con nosotros. “¿Qué hemos hecho con nuestros hijos, que ahora no quieren estar aquí con nosotros?, con nosotros, con sus propios padres, en esta casa que construimos para ellos con todo nuestro amor, esfuerzo y trabajo?, ¿porqué no nos pueden dedicar un día?, si nosotros les dedicamos toda nuestra vida?, se oyó una honda tristeza en sus palabras, que no tuve valor ni siquiera para acercarme.
Siguió oyendo a mi madre que le contestó con unas palabras que aún retumban en mis oídos: “Viejo, no te preocupes, mira, los padres tenemos que entender que sólo estaremos en el pensamiento de los hijos, cuando están pequeños, pero cuando crecen, ese pensamiento lo ocupan en otras cosas y personas, como la escuela, su tarea, la diversión, sus amigos, las fiestas, y después en el noviazgo, el trabajo, la esposa y sus propios hijos. Sus ocupaciones y preocupaciones son otras, y nosotros no somos parte de ellas; quédate tranquilo viejo, lo que les dimos e hicimos fue por amor, ¿tú crees que preferirían pasar la noche de fin de año con un par de viejos que ya no pueden bailar, que ya no tienen gracia para nada, y que se cansan de todo?, Anda, anímate, mira voy a poner los diez platos en la mesa, y al que vaya llegando le iremos sirviendo.
Sentí un nudo en la garganta enorme que no me dejaba respirar, me sentí tan desgraciado tan mal hijo, tan avergonzado conmigo mismo; ¿Cuánto tiempo le he dedicado a otras personas y actividades nada importantes comparadas con mis padres?. ¿Cuántas veces he dejado de abrazarlos, besarlos y decirles cuanto los amo, porque estoy tan ocupado, me salí de donde estaba y abracé a mi padre y le pedí perdón. Luego fui con mi madre y le basé sus manos y me arrodillé, ella me acarició los cabellos, mientras mi padre se secaba las lágrimas, y dándome la mano me sentó a su derecha y dijo: “no es necesario que estén todos, uno solo representa a los demás, vieja, sirve la cena que mi familia ha llegado”. Hoy mis hijos no están conmigo, y en mi mesa están los dos platos servidos, en cuanto llegue uno, tan sólo uno, entonces mi familia habrá llegado.
Aprovechen a sus padres en vida, no los descuiden que cuando no los tienes, quisieras un solo minuto para poder abrazarlos y decirles cuanto los amas”. Un día, cuando mis hijos estén crecidos lo suficiente para entender la lógica que motiva a los padres y a las madres, yo habré de decirles, los amé lo suficiente que como para haberles preguntado a donde van, con quien van y a que hora regresarán, Que tengas un feliz día.

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