En emotiva ceremonia despiden los restos del director del ballet Citlalli

* Alfredo Mancilla dirigió por 34 años el grupo de danza universitario
*Sus alumnos le dijeron “hasta pronto”, zapateando sones de tarima
*Autoridades universitarias reconocieron su labor en pro de la cultura


En un homenaje plagado de aplausos, lágrimas, música, danza y la esperanza de volver a encontrarse, fueron despedidos los restos mortales del profesor Alfredo Mancilla Flores, director del ballet folklórico Citlalli de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), quien falleció de un paro cardiaco poco antes iniciar el recorrido del tradicional Paseo del Pendón la mañana del domingo pasado, en esta capital.
Familiares, amigos, alumnos, bailarines, músicos, artistas plásticos y funcionarios de la administración universitaria, en las instalaciones del Área de Difusión Cultural de la Máxima Casa de estudios, rindieron un homenaje de cuerpo presente a los restos de Mancilla Flores, quien desde 1976 dirigió el ballet folklórico Citlalli.
El cuerpo del “profe”, como fue conocido por más de treinta años Alfredo Mancilla en los círculos universitarios, fue recibido entre aplausos, confeti y el vals titulado “Dios nunca muere”, del compositor oaxaqueño Macedonio Alcalá, que fue interpretado por el Conjunto de cuerdas de la UAG.
El rector Asencio Villegas Arrizón dijo “nos enteramos de su muerte a los pocos minutos de que sucedió, y pensamos en detener la participación de la Universidad en el Paseo del Pendón, pero hace tres meses (Alfredo Mancilla Flores) nos vendió la idea de ser parte fundamental en el mismo”.
“Se quejaba que la participación de la Universidad en el Pendón siempre era secundaria, por primera vez la Universidad iba a marchar en rol principal, no detuvimos la marcha, a pesar del dolor que ya comenzaba a embargarnos, él hubiera pedido que siguiéramos con la danza, por eso el ballet Citlali ayer le pegó con más ahínco al entarimado, como nos enseñó Mancilla”, dijo tras una pausa y los sollozos de los asistentes.
“Sólo Dios sabe lo que hace, nuestro racionamiento es muy diferente al de Dios, sólo el tiene el control”, fueron las palabras con las que el jefe de Difusión Cultural de la UAG, Edgar Ramírez, quien intentó dar explicación y consuelo al fallecimiento del “profe”.
Recordó que Mancilla Flores hizo lo que quiso durante toda su vida, y que siempre estuvo altivo hasta último momento de su vida.
“Ojalá y todos pudiéramos morir así, murió en la raya y estoy seguro que en la otra vida lo volveremos a ver”, mencionó al instante en que echó un vistazo al cielo.
El guitarrista del Conjunto de Cuerdas, Martín Ocampo Uribe, relató que conoció a Mancilla en los “setentas cuando no había subsidio para las actividades culturales en la Universidad, por lo que el mismo hacía los trajes de los bailarines”.
“Hubo una serie de cosas en las que coincidimos y otras tantas en las que no, lo recuerdo como una persona que era muy estricta con sus alumnos, en muchas ocasiones le cuestione el por qué de su actitud con algunos de los miembros de su ballet”, acotó.
Puntualizó que Mancilla respondía a su permanente cuestionamiento, “que era la única forma en que se forja el carácter de un bailarín, y encuentra su identidad artística”.
Miró hacía los cuatro puntos cardinales, y destacó “este edificio, donde estaba la Rectoría hasta que se cambio a su domicilio actual, fue uno de sus logros, pero uno de los principales fue proyectar el ballet a nivel internacional, más allá de nuestro continente incluso”.
“Fue un maestro de la vida y de la danza, sus hermanos y algunos familiares se referían a él como “el profe”, nunca le temió a la talacha, ni a trabajar con las manos o con los mismos pies”, refirió el músico.


El show debe continuar:
El clímax del evento llegó cuando el féretro con los restos mortales de Mancilla fue llevado al interior del salón de danza del ballet Citlali, cargado por sus mismos alumnos, mientras se escuchaba “Yesterday”, tema que inmortalizaran el cuarteto inglés Los Beatles.
En el interior del salón ya los esperaban sus alumnos vestidos con trajes típicos y con luto, la duela que por varios años sintió los pasos de Mancilla retumbó, luego de que uno de los bailarines diera una indicación.
“Veracruz y los hombres”, gritó un varón y enseguida se sintieron los pasos que emulaban un son jarocho, el llanto se conjugó con el baile.
El ataúd que estaba cubierto con pétalos de flor de cempasúchil, la flor de los muertos para los antiguos mexicanos, y el estandarte de la Universidad, fue retirado en medio de una segunda ola de aplausos.
A la entrada del edificio sus amigos inclinaron tres veces el féretro con la que el maestro se despidió para siempre de su lugar de trabajo, posteriormente fue llevado en procesión hasta el Panteón Municipal, donde descansará en paz. (Fernando Hernández/IRZA)

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